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Algunas orientaciones para el cambio educativo a partir del COVID-19

Actualizado: 30 abr 2021

27 de Setiembre, 2020



Este año 2020 ha sido un año diferente, de confinamiento, de incertidumbre, y de replanteamiento, lo cual nos ha permitido ser conscientes de las luces y sombras de nuestro accionar. De las sombras a partir del temor y el miedo que han generado las consecuencias de un accionar incoherente e inconsciente; y de las luces derivadas de la trasformación de lo anterior, las cuales han permitido desde la movilización de la consciencia, iluminar el accionar humano, fortaleciendo el convivir ético/responsable.


Estas luces a su vez, han potenciado la habilidad de adaptación a los cambios y a las turbulencias del medio. Este proceso adaptativo, también definido como inteligencia, posibilita al ser humano para que construya un camino trasformador, distinto, con las herramientas o competencias personales que ha podido desarrollar a lo largo de su vida. Este proceso de trasformación abre una valiosa oportunidad de repensar y desde ahí posibilidad de rediseñar la realidad que queremos manifestar.


En este sentido, ¿Por donde orientar esta trasformación en el ámbito educativo?

Cuando planteamos esta pregunta, quizás lo primero que se viene a la cabeza es la imposibilidad de que esta trasformación pueda ocurrir en el corto plazo, pues se piensa principalmente en un cambio de estructura (externa). Sin embargo, este tipo de trasformación externa, lamentablemente no ha sido capaz de llevar a un mejor estado evolutivo al sistema educativo. Es por esta razón que la mirada de la gestión educativa, ya no está centrada en las estructuras, sino en las personas y en su forma de organizarse, comprendiendo esto como un proceso emergente en el cual es fundamental considerar las complejidades de los distintos elementos y de las interrelaciones que se dan durante el proceso.



En este norte es posible relevar algunas orientaciones educativas para implementar una trasformación o cambio educativo a partir de la crisis generada por el COVID-19:


1.- Esta crisis ha permitido recordar la importancia que tiene la educación en el florecimiento de las capacidades del individuo, y desde este proceso los posibles frutos que brinde éste a la sociedad. La educación, en este sentido, es necesario que se comprenda como un proceso que debe formar para la libertad, es decir para despertar en cada uno de los niños, niñas y jóvenes una toma de consciencia de la realidad, incluida tanto su realidad interna (quién soy, para dónde voy, qué capacidades tengo, qué puedo hacer con ellas) como la externa, es decir de las limitaciones y de los problemas observados en la sociedad. De esta manera, esta toma de consciencia y el florecimiento de sus capacidades, les permitirá actuar como persona ética, consciente y coherente, con su propósito personal, lo cual es el inicio de la transformación del mundo y por qué no, del cosmos.


2.- Esta crisis también ha sido capaz de recordar que la educación no solo es tarea de los docentes, sino que también es tarea de los padres, apoderados, de la familia y de la sociedad en general, pero no solo desde la crítica, sino de la acción. En este sentido, es necesario tejer lazos fuertes entre las familias, los docentes, las organizaciones sociales y las universidades con miras en transformación educativa desde la acción colectiva, fundada en el compromiso y la fraternidad.


3.- Esta crisis también ha mostrado que aún tenemos un gran desafío en cuanto al desarrollo de las habilidad para el siglo XXI en los estudiantes. En este sentido hay que dar más énfasis a estrategias pedagógicas que formen su autonomía, estribada en habilidades como la indagación o la investigación, el pensamiento crítico, la creatividad, el liderazgo, la reflexión y por sobre todo, la observación de la realidad, pues es la base de todo lo anterior. El desarrollo de estas habilidades puede tener el potencial de transformar el paradigma pedagógico, pues el estudiante ya no se comprenderá como un actor pasivo frente al proceso educativo, sino más bien como un verdadero protagonista en la construcción de sus conocimientos. En la práctica existen diversas estrategias pedagógicas que se pueden utilizar para desplegar lo anterior, como la clase invertida, el aprendizaje basado en proyectos, la investigación y acción participativa, entre otros.


4.- Relacionado con lo anterior, esta crisis también ha relevado la importancia de transformar los espacios educativos presenciales, enfatizando el valor del encuentro, de la apertura, es decir de la conexión afectiva necesaria para que se dé el aprendizaje, por tanto, el sentido del espacio humano generado de la presencia profesor-alumno, ya no es la transferencia de conocimiento, sino el poder generar las condiciones personales adecuadas que produzcan las habilidades de aprendizaje señaladas en el punto anterior (aprender a aprender, creatividad, indagación, etc) como la confianza, la comunicación efectiva, la honestidad, la generosidad, entre otros. Valores personales que permitirán que tanto docentes como estudiantes se atrevan a co-construir dentro de las aulas o espacios educativos, nuevos conocimientos, que den soluciones a las problemáticas y a las limitaciones, tanto personales, como sociales de la realidad actual.


5.- Por último, esta crisis nos ha mostrado claramente que el aprendizaje no es asunto sólo de los estudiantes, sino que también es asunto de los docentes y de todos los adultos que son parte de las comunidades escolares y de la sociedad, pues la inteligencia que se definía anteriormente como la capacidad de adaptarse a los cambios del medio, se moviliza a través de un proceso de aprendizaje, el cual no está exento de errores, los cuales de alguna manera indican el verdadero camino.


Así, a partir de nuestras reflexiones generamos estas orientaciones las cuales ponemos al servicio del cambio educativo, y desde aquí invitamos a las comunidades educativas y a la sociedad en general a sumarse a la reflexión y a la acción para la formación de un ser humano auténtico, íntegro, que sea capaz de transformar la realidad desde su propia transformación y descubrimiento, lo cual le permitirá tomar conciencia de sí mismo y también de su huella en el mundo, desplegando el sentido de fraternidad cósmica con las nuevas generaciones (Beneite Martí, 2013) que también merecen vivir y disfrutar plenamente en el mundo.


Referencias:


-Beneite Martí, J. (2013). Fraternidad cósmica y metajusticia. Coordenadas necesarias para la justicia intergeneracional. En: Bioética, Neuroética, Libertad y Justicia (Eds), Compares. Granada.



Soledad Castro Castro

Fundación Mujeres por la Educación


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