Hoy en día en Chile, están sucediendo diversas iniciativas políticas que están siendo criticadas por gran parte de la ciudadanía, que dan cuenta de la falta de presencia o participación de esta misma ciudadanía, en la toma de decisiones a nivel política pública.
Ejemplos de iniciativas como cambio de medidores inteligentes con cobro a los clientes, el lucro descarado que hacen las empresas farmacéuticas con las personas más vulnerables de la sociedad (los enfermos, adultos mayores), la falta de profesionalismo y poca visión sistémica en el abordaje de la protección de los niños vulnerables, la segregación del sistema educativo que solo brinda oportunidades de excelencia/calidad solo a los que pueden pagar más o menos 300.000 mensuales por hijo/a, el robo impune del agua, etc. por nombrar algunas, son parte de iniciativas que han sorprendido a la ciudadanía y que ponen en tela de juicio el deber del Estado en la construcción de condiciones sociales que aseguren la realización personal (espiritual y material) y el bien común, tal como mandata la Ley:
“Las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos. El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible, con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución establece” (Constitución política de la República de Chile” (Art 1°. Constitución política de la República de Chile)
Esta sorpresa o mejor dicho, indignación ciudadana, ocasionada por iniciativas diseñadas en espacios cerrados sin la voz del pueblo, dan cuenta de la poca participación de la ciudadanía en la elaboración de las políticas o normas que regulan el comportamiento social y velan por el cumplimiento de los derechos ciudadanos, es decir, hoy en día gran parte de los chilenos no estarían siendo parte de la "verdadera democracia" o lo que es más grave aún, estaríamos generando una apatía social generalizada, que impide ver las graves implicancias sociales de este fenómeno, por nombrar algunas: individualismo, egoísmo, miedo, codicia, abandono, impotencia, rabia, frustración, etc.
¿Qué se entiende por participación ciudadana? ¿Basta con ejercer el derecho a voto para sentirse “participes” de la democracia?
En el portal web del Instituto Nacional de Estadística del Chile (INE) se define la participación ciudadana como el involucramiento activo de los ciudadanos y las ciudadanas en aquellos procesos de toma de decisiones públicas que tienen repercusión en sus vidas. Esto recibió reconocimiento legal en nuestro país con la entrada en vigencia de la Ley sobre Asociaciones y Participación Ciudadana en la Gestión Pública promulgada en el año 2011, que incorporó en nuestra legislación la afirmación de que “el Estado reconoce a las personas el derecho de participar en sus políticas, planes, programas y acciones”. Según esta nueva ley son mecanismos de participación ciudadana:
a) El Acceso a la Información relevante
b) La Cuenta Pública Participativa Anual
c) La Consulta Ciudadana
d) El Consejo de la Sociedad Civil
Estos espacios, a nuestro juicio no han sido promovidos, ni fortalecidos por la “clase política” como forma de fortalecer la participación y la democracia efectiva en procesos de toma de decisiones que repercuten en la vida los ciudadanos. Un ejemplo claro de esto: ¿Por qué no se consultó a la ciudadanía sobre el cambio de los medidores de las empresas eléctricas si el costo lo pagarían los ciudadanos?
Si analizamos la etimología de la palabra “democracia” tenemos que proviene del griego antiguo. Fue acuñado en Atenas en el siglo V antes de Cristo a partir de las palabras “demos” (pueblo, población) y “kratos” (gobierno, poder, autoridad), es decir, un gobierno del pueblo. Si comprendemos además en profundidad la famosa frase de Abraham Lincoln que para muchos marca el ideal democrático “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, fácilmente nos daremos cuenta que hoy la “clase política”, está más bien ejerciendo gobernanza para la elite, es decir, los espacios de toma de decisiones en políticas públicas de una u otra manera han dejado fuera a las voces del pueblo, generando una grave incoherencia entre los objetivos de la política pública y las reales necesidades de la mayoría ciudadanos.
Por otra parte, en un instrumento educativo difundido por la biblioteca del Congreso Nacional, se define democracia como un régimen político donde la titularidad del poder la ejerce el pueblo a través de mecanismos institucionales (Pérez, 2018). En este mismo instrumento también se presenta la idea de que la democracia implica también valores, actitudes y conductas democráticas de los ciudadanos como la participación y la colaboración. Para nosotros también implica también respeto y "empatía social", es decir, la capacidad de abrirse y comprender las necesidades multidimensionales de todos los ciudadanos (especialmente los más necesitados) para co-construir en conjunto el camino a la autorealización, esto debido a que el fundamento de la democracia es el "reconocimiento" de la dignidad de la persona humana. Por consiguiente, la democracia es reconocida también como la forma de organización social y política que mejor garantiza el respeto, el ejercicio y promoción de los derechos humanos. (Robinson y Zalaquett, 2008).
La democracia chilena, además, tiene la característica de ser una democracia indirecta, es decir, que la ciudadanía se encuentra representada por un cuerpo de políticos que dedican su tiempo en la formación sobre cuestiones sociales con un carácter profesional y que deben ser electos por los ciudadanos para luego participar (siendo la voz del pueblo) en la toma de decisiones políticas que afectan a la sociedad. ¿De qué manera estos representantes sociales hoy en día despliegan "empatía social"? ¿De qué manera sus voces nos representan "democráticamente"? Un dato importante, en la última elección presidencial menos de la mitad de los chilenos (46%) de acercó a las urnas a ejercer su derecho a voto.
Según Fuentes (2018), citando un estudio del Programa de las naciones Unidas para Desarrollo, del año 2015, establece que el dilema que enfrenta el sistema democrático chileno post-dictadura es un progresivo distanciamiento de la ciudadanía respecto del sistema político, el que se verifica en crecientes niveles de insatisfacción con la democracia, en la desconfianza social hacia los partidos y en la acelerada reducción de la militancia en los partidos. Cristalizándose de este modo la noción de una “clase política” separada y distante de la sociedad, que goza de privilegios y que se resiste a terminar con ellos. Así mismo mencionan que en un sistema de toma de decisiones cerrado, la calle, la protesta social, se advierte casi como la única estrategia para obtener beneficios, resolver conflictos y redistribuir la riqueza y el poder.
Este mismo autor, citando a (Altman 2011) establece que a esto se suma la resistencia de los actores políticos de abrir el juego político a mecanismos de democracia directa, esto es, a incorporar instrumentos que permitirían que ciertas decisiones políticas fueran consultadas o bien decididas por la propia ciudadanía. Es decir, a instancias que favorezcan la participación, como plebiscitos vinculantes y/o consultivos, referéndums propuestos por la ciudadanía o iniciativas populares de ley.
Según nuestro juicio, para ejercer la verdadera ciudadanía para la justicia, la equidad y la empatía social, es imperativo reconstruir la democracia a partir del desarrollo de una conciencia colectiva que permita fomentar la creencia de que la construcción para la trasformación y el equilibrio social depende de todos, unidos. El desarrollo de esta conciencia social fomenta la creencia de que el ciudadano es parte fundamental de este cambio, lo que releva el empoderamiento ciudadano, es decir, desarrolla la creencia de que esto verdaderamente es posible entre todos. Esto va más allá de conocer las injusticias y abusos que se comenten con parte de los ciudadanos y peor aún con los más débiles (enfermos, adultos mayores, niños, etc.), si no que implica el desarrollo de una ciudadanía comprometida, participativa, responsable, empática-amable, que se trasforme en el impulso o motor para recuperar los espacios que han sido entregados a una clase política que no han sabido cumplir con el deber de garantizar dignidad de todos los chilenos, tal como lo mandata actualmente nuestra Constitución.
Autora: Soledad Castro Castro
Biografía
-Fuentes, C. (2018) Participación ciudadana: la eterna desconfianza. CIPER-CHILE.
-Pérez, A. (2018) Guía de Formación Cívica. Departamento de Servicios Legislativos y Documentales Programa de formación cívica. Biblioteca Nacional del Congreso Chile.
-Zalaquett, J. (2007) Transparencia, rendición de cuentas y lucha contra la corrupción en América. Santiago: Centro de Derechos Humanos, Facultad de Derecho, Universidad de Chile.
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